En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

sábado, 26 de julio de 2014

HISTORIA Y DECADENCIA: EL PESIMISMO CULTURAL DE SPENGLER por TOMISLAV SUNIC (1989)


Fuente: Journal of Literature, History and the Philosophy of History), Vol. 19, No 1, págs 51-62. Otoño de 1989... Oswald Spengler (1880-1936) ejerció una influencia considerable sobre el pensamiento europeo de derechas antes de la Segunda Guerra Mundial. Aunque su popularidad desvaneció un poco después de la guerra, sus análisis, en vista de las condiciones molestas de la polis moderna, parecen una vez mas ganar en popularidad. La literatura reciente sobre la postmodernidad sugiere que las profecías de Spengler podrían estar ahora encontrando simpatizantes en ambos lados del paisaje político. La naturaleza alienante de la tecnología moderna y la decadencia social y moral de las grandes ciudades podría dar credibilidad hoy a la visión spengleriana del inminente colapso de Occidente. En América y Europa un creciente numero de autores percibe en el estado permisivo liberal una forma de totalitarismo "soft" que podría llevarnos decisivamente a la entropía social y concluir en el advenimiento de un totalitarismo "duro". (1)
Spengler escribió su libro mas importante La decadencia de Occidente (Der Untergang des Abendlandes) en un entorno en el que se esperaba la victoria alemana en la I guerra mundial. Cuando la guerra terminó desastrosamente para los alemanes, sus predicciones de que Alemania junto al resto de Europa, estaban cerca de presenciar su propia decadencia irreversible impresionaron a numerosos pesimistas culturales. La primera Guerra Mundial terminó apresuradamente con el optimismo casi religioso de aquellos que anteriormente habían profetizado que las invenciones tecnológicas y los intercambios económicos internacionales abrirían el camino a la paz y la prosperidad. Es más, la guerra probó que las invenciones tecnológicas podrían devenir en herramientas perfectas para la alienación del Hombre y que eventualmente, lograrían su aniquilación física. Inadvertidamente, al intentar interpretar los ciclos de la historia mundial, Spengler probablemente fue más exitoso en difundir el espíritu de desesperación cultural a su propia generación como a las generaciones futuras.
Spengler como Gianbattista Vico, quien dos siglos antes desarrolló su tesis sobre el nacimiento y el ocaso de las culturas, intento definir en forma científica el proceso de crecimiento y decadencia de las culturas: él y otros llamaron a su trabajo "la morfología de la historia", pese a que el termino "biología" parece más adecuado considerando la inclinación de Spengler a ver las culturas como entidades orgánicas vivientes, que muestran señales de vida o que están, a veces, afectadas con enfermedades o plagas (2). Indudablemente, la concepción orgánica de la historia, fue, en gran parte, inspirada por la popularidad de la literatura científica y pseudocientifica, que, a principios del siglo veinte, uso paradigmas genéticos y raciales, para explicar la decadencia social. Sin embargo, Spengler evita prudentemente el determinismo racial en sus análisis de la decadencia. A diferencia de muchos pensadores igualitaristas, el elitismo y organicismo hacen que Spengler conciba la especie humana como una entidad plural constituida por pueblos diferentes y opuestos entre si, en la que cada uno experimenta independientemente su propio crecimiento, supervivencia y muerte. "La Humanidad", escribe Spengler, es "un concepto meramente zoológico o una palabra vacía." Si alguna vez este fantasma de "humanidad" desaparece de la circulación de las formas históricas, "entonces notaremos una afluencia asombrosa de formas genuinas". Spengler se refiere con "forma" ("Gestalt") a la noción clásica de nación, que, a principios del siglo veinte, fue cuestionada duramente por los apologistas del universalismo y el mundialismo. A Spengler debe acreditársele la deconstrucción del concepto de "historia universal", que en realidad abarca una serie impresionante de historias de culturas diversas y opuestas sin denominador común; en la que cada cultura muestra su propia forma, persigue sus propias pasiones y lucha contra sus antagonistas políticos. Con palabras similares, Spengler mantiene que el fenómeno del Cesarismo debe ser visto como una consecuencia natural de la dictadura del dinero y como su respuesta dialéctica: "La espada vence al dinero, la voluntad del amo conquista a la voluntad del codicioso." (2:634; 2:506). Entonces un nuevo ciclo de la historia comenzara, aunque Spengler permanece en silencio sobre los principales actores históricos, sus orígenes y los objetivos de ese nuevo ciclo.


Sin embargo, Spengler estaba convencido de que la dinámica de la decadencia podía ser predicha sí los datos históricos adecuados estaban disponibles. Así como la biología de los seres humanos sigue un camino bien definido, cuyo último resultado es la muerte biológica, así lo hace cada cultura que posee su propia fecha de muerte, cuyo lapso de existencia no se extiende mas de mil años -- un periodo donde experimenta la transición de su primavera hasta su transformación en su antítesis, el otoño o Civilización. El estimado de mil años antes de la muerte de una cultura, corresponde a la certeza de Spengler, de que después de ese periodo de tiempo cada sociedad experimenta su autodestrucción. Por ejemplo, después de la caída de Roma, el renacimiento de la cultura europea empezó nuevamente en el siglo nueve con la dinastía Carolingia. Después de un doloroso proceso de crecimiento, afirmación y maduración, mil años después, en el siglo veinte, presenciamos que la vida de la cultura europea está llegando a su fin.
La cultura europea se ha transformado en una civilización decadente afectada con una forma avanzada de caos social, moral y político, según Spengler y sus sucesores contemporáneos. Los primeros signos de esta decadencia aparecieron rápidamente luego de la Revolución Industrial, cuando la máquina comenzó a sustituir al Hombre, cuando los sentimientos dieron su lugar a la razón. Desde entonces, nuevas formas de conducta social y política han estado apareciendo en Europa: una gran obsesión con el crecimiento económico sin fin alimentado por la creencia en que nos podríamos liberar al fin del peso de la historia. Las nuevas elites plutocráticas, que ahora ocupan el lugar de la aristocracia orgánica han impuesto la persecución de la ganancia material como único objetivo legítimo en la vida, reduciendo así las relaciones humanas a una inmensa transacción económica. Y en tanto que los apetitos de las masas nunca podrán ser satisfechos completamente, Spengler argumenta que es comprensible que ellas busquen el cambio de los regímenes existentes incluso si tales cambios implican la perdida o supresión de la libertad con tal de satisfacer tales demandas. Podemos agregar que este deseo por la afluencia económica se ha traducido en una reducción incesante del sentido de responsabilidad publica y en un sentimiento creciente de desarraigo y anomia social, que finalmente e inevitablemente llevarán al advenimiento del totalitarismo. Por consiguiente, pareciera irónicamente, que el proceso de decadencia solo puede ser detenido haciendo recurso a regímenes autoritarios.


Usando las predicciones apocalípticas de Spengler, somos tentados a dibujar un paralelo con los regímenes europeos modernos que igualmente parecen estar sufriendo un período de ocaso y decadencia. John Lukacs, que ha sufrido la influencia inequívoca del pesimismo spengleriano, considera la naturaleza permisiva de la sociedad liberal moderna, manifiesta en Estados Unidos, como el primer paso hacia la desintegración social. Como Spengler, Lukacs afirma que el individualismo excesivo y el materialismo paralizan y hacen obsoleto cualquier sentido de responsabilidad cívica. Coincidimos con Lukacs en que ni el levantamiento de la censura, ni la creciente impopularidad de los valores tradicionales, ni la reducción de la autoridad del Estado en las sociedades liberales contemporáneas, han producido un entorno más pacifico; sino en cambio, un sentimiento creciente de desesperación que parece haber activado una forma de neo-barbarismo y vulgaridad social. "La riqueza y la pobreza, la elegancia y la mezquindad, la sofisticación y el salvajismo viven cada vez mas unidas", escribe Lukacs (5). De hecho, ¿quien podría haber predicho que una sociedad capaz de enviar cohetes a la luna o de curar enfermedades que alguna vez azotaron al mundo también podría devenir en una sociedad afectada por la atomización social, el crimen, y la adicción al escapismo? Lukacs con sus predicciones apocalípticas, como Spengler, escribe: "En las masas apiñadas de las calles de la más grande civilización es donde se ubica hoy el infierno terrenal."


Es interesante notar que ni Spengler ni Lukacs ni otros pesimistas culturales parecen poner demasiada atención en el apetito obsesivo por la igualdad que caracteriza a la sociedad moderna, y que según varios autores contemporáneos, juega un papel importante en la decadencia y el sentido de desesperación cultural resultante. Podemos pensar que el proceso de decadencia de la Europa contemporánea es el resultado, en parte, de la aplicación de las doctrinas igualitaristas que prometen mucho pero dan poco, creando así un sentimiento ilimitado de vacío, insatisfacción y frustración entre las masas de Homo economicus y de individuos atomizados. Es más, si el igualitarismo y el economismo siendo elevados al nivel de religiones laicas siguen inevitablemente sus propias dinámicas de crecimiento, su producto final, como concluye Claude Polin, es el "terror del todos contra todos" y el terrible resurgimiento del totalitarismo democrático. Polin escribe: "El hombre indiferenciado es por excelencia un hombre cuantitativo; un hombre que solo difiere accidentalmente de sus vecinos por la cantidad de dinero en su posesión; un hombre sujeto a estadísticas; un hombre que reacciona espontáneamente según las estadísticas" (6). Plausiblemente, la sociedad liberal, si alguna vez sufre la recesión económica y es golpeada por la desaparición de las oportunidades, no tendrá ninguna opción sino domar las masas inquietas en un régimen autoritario spengleriano.


Spengler y otros pesimistas culturales aciertan al señalar que los regímenes demoliberales, en sus etapas finales, estarán marcados por convulsiones morales y sociales, escándalos políticos y corrupción a todos los niveles sociales. Spengler predice que el culto del dinero reinará por encima de todo, porque "por medio del dinero la democracia se destruye a si misma, luego de que el dinero haya destruido al espíritu" (2:582; 2:464). En vista del desarrollo moderno del capitalismo, Spengler no puede ser acusado de ideas fuera de lugar. Esta civilización económica se funda en una contradicción: por un lado su religión de los derechos humanos extiende sus beneficios legales a todos, tranquilizando a cada individuo sobre la legitimidad de sus apetitos y caprichos terrenales; y por el otro, esta misma civilización igualitarista postula un modelo de Darwinismo económico, que pisotea cruelmente bajo sus pies y excluye a aquellos cuyos intereses no correspondan con los de la economía.


El próximo paso, sugiere Spengler, será la transición de la democracia al Cesarismo: la sustitución de la tiranía de los pocos por la tiranía de los muchos. El estado barbarico neo-hobbesiano esta por llegar: "En lugar de las piras surge el Gran silencio. La dictadura de los comisarios del partido es apoyada por la dictadura de la prensa. Con dinero, se intenta atraer enjambres de lectores y pueblos enteros lejos de la atención del enemigo y llevarlos bajo nuestra forma de control del pensamiento. Allí, entonces ellos aprenderán lo que deben aprender, y una voluntad superior moldeara su cosmovisión. Ya no es necesario (como hacían los príncipes barrocos) obligar a los subordinados a participar en el ejército. Sus mentes son sugestionadas por medio de artículos, telegramas, imágenes, hasta que ellos demanden por si mismos armas y fuercen a sus líderes a una batalla la cual estos últimos ya querían de antemano."(2:463)


Una interrogante fundamental que Spengler y muchos otros pesimistas culturales no parecen responder, es ¿si el Cesarismo o totalitarismo representa el remedio antitético a la decadencia o, mas bien, es la forma más extrema de decadencia? La literatura actual acerca del totalitarismo muestra los efectos desagradables del estado totalitario, de la ausencia de derechos humanos y del control excesivo ejercido por la policía. A diferencia, ¿si la democracia liberal es un sistema altamente deseable y el menos represivo de todos los conocidos en Europa (y si además, esta democracia liberal declara ser el mejor guardián de la dignidad humana) nos preguntamos porque causa tanta desintegración social y desesperación cultural entre un numero cada vez mayor de personas? Claude Polin nota, que a corto plazo, el totalitarismo democrático vencerá porque la seguridad que proporciona es mas atractiva para las masas que la vaga noción de libertad (7). Podríamos agregar que la tendencia principal del proceso democrático en Europa nos llevara eventualmente a un callejón sin salida, que necesitará irremediablemente de la imposición de un régimen autoritario.


Aunque Spengler no da una respuesta satisfactoria a la cuestión del Cesarismo frente a la decadencia, él admite que la decadencia de Europa no significa necesariamente el colapso de todas las otras culturas. Mas bien, parece que la enfermedad terminal de Europa podría dar un nuevo curso a la vida de las otras culturas; la muerte de Europa resultaría en un Africa o un Asia mas fuertes. Spengler reconoce, como otros pesimistas culturales, que Europa se ha vuelto senil, incapaz de luchar, con su inventario cultural y político vaciado; y que, por consiguiente, esta obligada a ceder las riendas de la historia a aquellas naciones que están menos expuestas al pacifismo debilitante y a los sentimientos autoflagelantes, que han devenido en los rasgos más notorios del moderno ciudadano europeo. Podemos imaginarnos un mundo donde esas nuevas y viriles y victoriosas naciones obviaran las obsesiones democráticas de sus antiguos amos cargados de sentimientos de culpabilidad, y podrían, en algún momento en el futuro, imponer sus propias formas de terror que superarían el legado del Auschwitz europeo y el Gulag. Parece improbable que lo político y la belicosidad desaparezcan con "la decadencia de Occidente" en vista de las recientes guerras civiles y tribales en los descolonizados continentes africano y asiático. Hasta ahora, no se ha ofrecido ninguna prueba de que las naciones extraeuropeas puedan gobernarse más pacifica y generosamente de lo que lo hacían sus antiguos colonialistas europeos. "El pacifismo será solo un ideal," nos hace recordar Spengler, porque "la guerra es un hecho. Si las razas blancas resuelven nunca mas hacer la guerra; las razas de color, sin embargo, actuaran diferentemente y devendrán en los amos del mundo" (8).


Spengler denuncia con esa declaración al "homo europeanus" que se desprecia a si mismo, que se ha convertido en víctima de su mala consciencia, que ingenuamente piensa que sus verdades y certezas serían validas siempre, olvidando que sus verdades eternas se volverán un día contra él. Spengler cuestiona fuertemente esta falsa simpatía occidental con los desfavorecidos (una simpatía que Nietzsche describió una vez como una forma perversa de egoísmo y de moral de esclavos). "Esta es la razón," afirma Spengler, del porque esta moral de la compasión, en el sentido cotidiano, "que ha evocado entre nosotros un respeto, y que a veces es anhelada por los pensadores, nunca ha sido realizada" (1:449; 1:350).


Esa forma de masoquismo político puede ser observada entre aquellos igualitaristas occidentales contemporáneos, que con la implosión de las tentaciones marxistas, han sustituido al arquetipo del obrero europeo explotado por la iconografía del africano hambriento. En ningún lugar este cambio parece más evidente que en el actual impulso occidental a exportar formas occidentales de gobierno y civilización a las antípodas del mundo. Esos occidentales, están convencidos ingenuamente de que su arrepentimiento histórico asegurará también su longevidad cultural y política. Spengler era consciente de la existencia de esas actitudes paralizantes entre los europeos y afirma que si como europeos reconocemos nuestra vulnerabilidad histórica, debemos empezar a pensar más allá de nuestra perspectiva particular y desarrollar actitudes diferentes hacia diferentes convicciones y certezas políticas. "¿Que tienen que ver Parsifal o Prometeo con el japonés medio?" pregunta Spengler. "Esto es exactamente lo que esta ausente en el pensador occidental y es precisamente lo que siempre debió estar presente en él: la compresión de la relatividad histórica y cultural de sus logros, que no son mas que la manifestación y el fruto de una forma particular, única, no universal e irrepetible de existencia"(1:31;1:23). Por otro lado, nos preguntamos en que sentido la muy valorada diseminación de los derechos humanos puede convertirse en un principio valioso para los pueblos extraeuropeos si a menudo su universalismo implica una falta de respeto hacia todas las particularidades culturales.


Como Serge Latouche ha mostrado recientemente, incluso con su elogio del universalismo, los occidentales, no obstante, han asegurado las posiciones más confortables para si mismos. Aunque ellos se han retirado ahora al desván de la historia, indirectamente, a través de su humanismo, todavía juegan el papel de amos indisputables del hombre extra-europeo. "La muerte de Occidente no ha significado el final de Occidente," agrega Latouche (9). Nos preguntamos si tales actitudes universalistas occidentales representan otra forma de racismo, considerando los estragos que esas actitudes han creado en las comunidades tradicionales del Tercer Mundo. Latouche acierta al remarcar que la decadencia europea se manifiesta mejor en su impulso masoquista de negación de todo aquello por lo cual alguna vez luchó; mientras simultáneamente también chupa en su órbita de decadencia a otras culturas. Sin embargo, pese a su carácter suicida, el mensaje occidental contiene mandamientos obligatorios para todas las naciones extra-europeas. Él escribe: "La misión de Occidente no es explotar al Tercer Mundo, ni cristianizar a los paganos, ni dominarles por medio de la presencia de colonos; es "liberarles" de la opresión y la miseria. Para contrarrestar ese auto-odio postulado por la visión antiimperialista, cuyo fruto final es el totalitarismo rojo, somos impulsados a secar las lagrimas del hombre blanco, y así asegurar el éxito de esta occidentalización del mundo. (41)


Según Spengler la Europa decadente exhibe una caricatura cultural en una sociedad de naciones diferentes que, habiendo perdido su consciencia histórica, sienten un impulso a fundirse en una "entidad mundial". Nos preguntamos ¿que diría él hoy sobre el fenómeno de la inmigración masiva de extra-europeos en Europa? Esta inmigración no ha incrementado la comprensión entre las razas, sino que ha causado mas odio racial y étnico, que muy probablemente, podría terminar produciendo numerosos nuevos conflictos en el futuro.


Pero Spengler no deplora la "devaluación de los valores" ni la muerte de la cultura. De hecho, para él la decadencia es un proceso natural de senilidad que concluye en la civilización, porque la civilización es decadencia. Spengler hace una distinción típicamente alemana entre cultura y civilización, dos términos, que desafortunadamente, son usados como sinónimos en nuestro idioma. La civilización, es para Spengler, un producto del intelecto, del intelecto completamente racionalizado; civilización significa desarraigo, esta representada simbólicamente por la megalópolis moderna y al final de su trayectoria, "condenada, se dirige a su autodestrucción" (2:127; 2:107). La fuerza del pueblo ha sido oscurecida por la masificación; la creatividad fue sustituida por el arte "kitsch", la genialidad fue subordinada al terror de la razón. Él escribe: "Cultura y Civilización. En un lado el cadáver viviente de un alma, y en el otro, su momia. Es así como la existencia europea occidental difiere desde 1800 en adelante. Tal vida en su riqueza y normalidad, cuya forma ha crecido y madurado en un curso poderoso que va de los días adolescentes de los góticos a Goethe y Napoleon hacia esa vida artificial, senil y desarraigada de nuestras grandes ciudades, cuyas formas han sido creadas por el intelecto. Cultura y civilización. El organismo nace en el campo, y muere en un mecanismo petrificado." (1:453; 1:353)


En otra muestra de determinismo, Spengler dice que no podemos escapar al destino histórico: "la primera cosa inescapable que confronta el Hombre es un destino inevitable, que ningún pensamiento puede entender, y que ninguna voluntad puede cambiar, es un lugar y tiempo que viene con nuestro nacimiento: cada uno nace situado en un pueblo, una religión, un status social, en un espacio de tiempo y en una cultura particular." (10) El hombre está tan envuelto por su entorno histórico que son inútiles todos los intentos de cambio de nuestro destino. Y, por consiguiente, todos los postulados acerca del mejoramiento de la humanidad, todas las filosofías liberales y socialistas que prometen un futuro glorioso para la humanidad, no tienen ningún sentido. Spengler no conoce otra forma de redención que declarar su pesimismo: "La Humanidad me parece un agregado zoológico. No veo ningún progreso, ningún objetivo, ningún camino para la humanidad, excepto en las mentes de los filisteos del progresismo occidental.... No puedo ver ni una sola mente ni mucho menos una unidad de esfuerzos, sentimientos, y comprensiones en esas masas de personas". (Ensayos selectos 73-74; 147)
La naturaleza determinista del pesimismo spengleriano ha sido criticada recientemente por Konrad Lorenz, que, compartiendo los análisis de Spengler, cuestiona el carácter predeterminado de la decadencia. En su capacidad de etélogo y siendo uno de los neo-darwinistas mas articulados, Lorenz admite la posibilidad de una interrupción de la filogénesis humana, sin embargo, piensa que nuevos caminos de desarrollo cultural siempre están abiertos. "Nada es mas ajeno a la epistemología evolutiva, así como también, a la física que la doctrina del fatalismo." (11) Aun, Lorenz no deja de criticar la decadencia de las modernas sociedades de masas, que, en su punto de vista, han dado nacimiento a especímenes emasculados y domesticados incapaces de verdadera cultura. Lorenz encuentra una resonancia positiva con Spengler luego de escribir: "Esto explica porque la doctrina pseudodemocrática de que todos los hombres son iguales, que postula que todos los humanos son lo mismo, devendría en religión estatal gracias a los esfuerzos de los grandes industriales y de los ideólogos del comunismo". (179-80)


Pese a la acusación de determinismo histórico que siempre es levantada en su contra, Spengler a menudo confunde sus lectores con exclamaciones fáusticas reminiscentes de alguien preparado para la batalla que de alguien que ha aceptado su derrota. "No, no soy un pesimista," escribe Spengler en un ensayo titulado "Pesimismo", porque "el pesimismo significa que uno no tiene más deberes. Sin embargo, tengo tantos deberes sin cumplir aún que temo que el tiempo no será suficiente para resolverlos todos." (75). Esas palabras no son coherentes con el sentido de desesperación cultural que él anteriormente había elaborado tan pasionalmente. Es más, él defiende a menudo la fuerza y la dureza del guerrero como medios para salvar a Europa del desastre.


Concluimos que Spengler exalta el pesimismo histórico o el "pesimismo con propósito" ("Zweckpessimismus"), solo en tanto que traduce su convicción de la decadencia irreversible de Europa; sin embargo, una vez que él percibe que aún hay caminos políticos y culturales que permitan la regeneración moral y social, rápidamente pasa al elogio de lo político. Características similares son encontradas a menudo entre muchos poetas, novelistas y pensadores sociales cuyo legado de pesimismo cultural jugó un papel importante en el comportamiento político de los conservadores europeos de la primera posguerra anterior a la Segunda Guerra Mundial (12). Nos preguntamos ¿por que como Spengler ellos lamentan la decadencia del Occidente si esta decadencia ya ha sido decidida y sí todos los esfuerzos políticos y culturales de regeneración parecen inútiles? Es más, estos pesimistas con sus intentos de remendar lo irremediable, postulando una mentalidad y una voluntad fáusticas, parecen emular el optimismo de los socialistas que la actitud de aquellos que han aceptado la catástrofe social.


La concepción de la modernidad como decadencia, está, para Spengler y otros pesimistas culturales, combinada con una revulsión contra la modernidad y el repudio de la codicia económica desenfrenada. La historia reciente ha mostrado, sin embargo, que la manifestación política de tal revulsión podría producir resultados no menos desagradables: la glorificación de la voluntad de poder y la nostalgia de la muerte. Y en ese momento, la sutileza literaria y la belleza artística pueden tomar un giro negativo. La historia de Europa enseña como el pesimismo cultural puede devenir fácilmente en un instrumento de los titanes políticos modernos. A veces, los desastres tienen algo atractivo para las generaciones de pesimistas culturales cuya naturaleza hipersensible -- y desdén por la sociedad materialista -- hace que lleguen al nihilismo político. Esta tendencia nihilista fue mejor expresada por el contemporáneo de Spengler, Friedrich Sieburg, que nos hace recordar que "la vida diaria de la democracia con sus tristes problemas es aburrida, pero las catástrofes pueden ser muy interesantes." (13)


No entendemos, como piensan Spengler y sus seguidores, que en un amplio contexto histórico, la guerra y la primacía de lo político ofrezcan una esperanza regenerativa frente al creciente sentido de decadencia cultural. Sin embargo, pese a la validez de las visiones o pesadillas spenglerianas, no es necesaria mucha imaginación para observar la decadencia del último sueño de Occidente: la democracia liberal.




Notas:
1. En el caso de la "Nueva Derecha" europea, ver Jean Cau, Discours de la décadence (Paris: Copernic, 1978), Julien Freund, La décadence: histoire sociologique et philosophique d'une expérience humaine (Paris: Sirey, 1984), y Pierre Chaunu, Histoire et décadence (Paris: Perrin, 1981). En el caso de autores con sensibilidad "de izquierdas", ver el ataque de Jean Baudrillard contra el simulacro y la hyperrealidad en Estados Unidos: Amérique (Paris: Grasset, 1986) y Jean-François Huyghe, La soft-idéologie (Paris: Laffont, 1987). Hay un cierto giro spengleriano en Christopher Lasch, The Culture of Narcissism (New York: Warner Books, 1979) y en Richard Lamm, Megatraumas: America at the Year 2000 (Boston: Houghton Mifflin, 1985). Sobre el conservadurismo cultural europeo ver mi libro Against Democracy and Equality: The European New Right (en publicación).
2. Ver el critico y admirador de Spengler, Heinrich Scholz, Zum "Untergang des Abendlandes" (Berlin: von Reuther and Reichard, 1920). Scholz concibe la historia como constituida por eventos policentricos concentrados en arquetipos creativos, notando que: "La historia es un registro de muchas culturas que no tienen nada en común excepto el nombre; porque cada una de ellas tuvo su propio destino, su propia vida y muerte" (11).
3. Oswald Spengler, The Decline of the West, trans. Charles Francis Atkinson, 2 vols. (1926; New York: Knopf, 1976), 1:21. Mi texto, sin embargo, contiene mis propias traducciones de Der Untergang des Abendlandes (München: Beck, 1923), 1:28-29. Las citaciones que estan en el texto, en parentesis, dan referencias a esas dos ediciones, respectivamente.
4. Vilfredo Pareto, "Dangers of Socialism," en The Other Pareto, ed. Placido Bucolo, trans. Gillian and Placido Bucolo, pre. Ronald Fletcher (New York: St. Martin's, 1980). Pareto escribe: "Existen algunas personas que imaginan que pueden desarmar al enemigo siendo complacientes con él. Se equivocan. El mundo siempre ha pertenecido al mas fuerte y pertenecera a los mas fuertes en el futuro. Los hombres solo respetan a aquellos que se hacen respetar. Quien se convierte en una oveja siempre encontrara un lobo que le coma." (125). Gustave Le Bon escribe en Psychologie politique (1911; Paris: Les Amis de G. L. Bon, 1984) desde una pespectiva parecida: "Las guerras entre las naciones, han sido el origen de los progresos mas importantes. ¿Que pueblo pacifista ha jugado algun papel importante en la historia?" (79)
5. John Lukacs, The Passing of the Modern Age (New York: Harper, 1970), 10, 9.
6. Claude Polin, L'esprit totalitaire (Paris: Sirey, 1977), 111: my translation.
7. Claude Polin en Le totalitarisme (Paris: Presses Universitaires Françaises, 1982) argumenta que el igualitarismo, el universalismo y el economismo son los tres pivotes del totalitarismo: "el poder totalitario es en primer lugar el poder del todos contra el todos; la tirania de todos contra todos. La sociedad totalitaria no es construida desde arriba hacia abajo, sino desde abajo hacia arriba" (117).
8. "Is World Peace Possible" en Selected Essay, trans. Donald O. White (1936: Chicago: Henry Regnery, 1967), 207.
9. Serge Latouche, L'occidentalisation du monde (Paris: La Découverte, 1989). Sobre el auto-odio occidental, ver Europe, Tiers monde meme combat (Paris: Laffont, 1986) de Alain de Benoist: "Y mientras que el universalismo cristiano alguna vez contribuyo a la justificación del colonialismo, el pastoralismo cristiano hoy solo inspira la descolonización. Esta "mobilización de las consciencias" se cristaliza en la noción de culpabilidad." El colonizado ya no es "un primitivo" que deber ser "llevado a la civilización." Mas bien, es un testimonio viviente, de hecho, un ejemplo inmmaculado de moralidad del que el "civilizado" tiene mucho que aprender (62). Ver tambien Le sanglot de l'homme blanc. Tiers monde, culpabilité, haine de soi (Paris: Seuil, 1983) de Pascal Bruckner: "para el progre sentimental occidental "el nacimiento del Tercer Mundo dio nacimiento a esta nueva categoria politica: el militantismo expiatorio". 
10. Spengler, "Pessimismus," Reden and Aufsätze (München: Beck, 1937), 70; in English, "Pessimism?" en Selected Essays, 143.
11. Konrad Lorenz, The Waning of Humaneness (Boston: Little, Brown, 1987), 58-59.
12. Seria imposible enumerar a todos los pesimistas culturales que se identificaron como pesimistas heroicos, o como conservadores revolucionarios o nihilistas aristocraticos. Poetas y novelistas de gran talento como Gottfried Benn, Louis F. Céline, Ezra Pound, y otros, fueron inspirados por Oswald Spengler. Ver Gottfried Benn, "Pessimismus," en Essays und Aufsätze (Wiesbaden: Limes, 1959): "El Hombre no esta solo, el pensar es solitario. El pensar es limitado y solitario" (357). Ver tambien la prosa apocaliptica de Ernst Jünger, An der Zeitmauer (Werke) (Stuttgart: Klett, 1959): "Parece que el sistema ciclico corresponde a nuestro espiritu. Hacemos relojes con forma redonda, aunque no hay una compulsion logica detras de eso. E incluso las catastrofes son vistas como recurrentes, como por ejemplo las de las mareas y la sequia, las edades de fuego y hielo" (460-61).
13. Friedrich Sieburg, Die Lust am Untergang