En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

viernes, 27 de febrero de 2015

El valor..la justicia y la prudencia..


Llamamos valiente al que soporta cosas penosas, y con razón le alabamos, pues es más difícil aguantar el dolor que apartarse del placer.
La valentía, es un término medio entre la cobardía y la temeridad, el miedo se define como la espera de un mal, pero no todo el que tiene miedo es cobarde, pues en ciertos casos lo noble es el temor, y lo vergonzoso es no sentirlo. Por ejemplo, el hombre honrado teme la mala fama, y no la teme el desvergonzado. Tampoco es uno cobarde por temer las desgracias para sus hijos, ni es valiente el que está tranquilo cuando van a ajusticiarlo.



Es valiente el que soporta y teme lo que debe, cuando debe y como debe, y el que confía del mismo modo, es decir, el valiente actúa y sufre por lo que merece la pena, guiado siempre por la razón. Sería un loco el que no temiera nada, ni al terremoto ni a las olas, como dicen los celtas. Si lo que tiene es exceso de confianza ante el peligro, entonces es temerario. Es cobarde el que se excede en el temor y teme lo que no debe y como no debe. El cobarde lo teme todo y es descorazonado. El valiente, en cambio, es osado.

El cobarde, el valiente y el temerario se enfrentan a las mismas cosas, pero se comportan de distinto modo ante ellas. Los temerarios se lanzan de cabeza al peligro y retroceden cuando lo tienen encima. En cambio, los valientes mantienen la calma antes del peligro y resisten cuando llega.



Es justo el que cumple las leyes. Y como las leyes buscan el bien común, la justicia parece la más perfecta de las virtudes, porque se ejerce en favor de los demás. "Ni el atardecer ni la aurora son tan maravillosos como ella", escribió Eurípides.

Reina la justicia donde reina la ley. Gracias a la ley no nos gobierna un ser humano sino la razón, pues un gobernante sin leyes gobernaría en su propio interés y se convertiría en tirano. El gobernante es guardián de la justicia y, por lo tanto, de la igualdad ante la ley.

La justicia puede ser natural y legal. La natural es inmutable, porque lo que es por naturaleza no cambia y tiene en todas partes la misma fuerza, lo mismo que el fuego quema tanto aquí como en Persia. En cambio, la justicia legal es variable, porque se funda en la utilidad y en el acuerdo, parecida a las medidas de vino y trigo, que no son iguales en todas partes.
Tanto los actos justos como los injustos se definen por su carácter voluntario. Llamo voluntario a lo que uno hace estando en su poder hacerlo o no, sin ignorar a quién, con qué y para qué lo hace. De las acciones involuntarias, unas son perdonables y otras no. Todos los errores que se cometen no sólo con ignorancia sino por ignorancia son perdonables; pero si la ignorancia es debida a una pasión que no es ni natural ni humana, no son perdonables.

Los hombres piensan que para conocerlo que es justo y lo que es injusto no se requiere sabiduría, porque ya lo dicen las leyes. Pero las leyes son generales, mientras que las acciones son concretas. Todo el mundo sabe lo que es amputar, pero saber hacerlo para curar a un enfermo es tan difícil como ser médico.

Toda ley es universal, pero la variedad de acciones humanas es tan grande que algunas quedan fuera de la formulación general. En esos casos hay que obrar como lo hubiera establecido el legislador si hubiera conocido esa casuística. El que obra así, sin exigir una justicia minuciosa, es equitativo, y su disposición se llama equidad, una especie de rectificación de la justicia legal. Por tanto, ser equitativo es mejor que ser simplemente justo.



La verdad no necesita cambiar, pero la prudencia cambia constantemente, pues se refiere a lo conveniente en cada caso y para cada uno.

Es necesario que lo conveniente esté de acuerdo con cada uno, es decir, con la persona que obra, con la que es afectada por la acción, y con la ocasión. Por ejemplo, lo que conviene a la boda de un siervo no es lo mismo que lo que conviene a la boda de un hijo. Además, lo bueno en sentido absoluto no siempre coincide con lo bueno para una persona. Por ejemplo, al cuerpo sano no le conviene que le amputen un miembro; en cambio, amputar puede salvar la vida a un enfermo.

La sabiduría es la ciencia superior de lo que hay en el mundo. En cambio, la prudencia tiene por objeto lo que es humano y opinable. Prudente es el que delibera bien y busca el mayor bien práctico. No delibera sólo sobre lo general sino también sobre lo particular, porque la acción es siempre particular. Por eso, el que no es sabio puede ser más prudente que los sabios, sobre todo si posee mucha experiencia.

No es fácil la prudencia. De hecho, los jóvenes pueden ser sabios, pero no prudentes, porque la prudencia es el dominio de lo particular, al que sólo se llega por la experiencia. Y el joven no tiene experiencia, porque ésta se adquiere con la edad.

Por esa razón, las opiniones de los expertos, de los ancianos y de los prudentes no valen menos que las demostraciones, pues la experiencia les ha dado vista, y por eso juzgan rectamente.

La deliberación prudente ha de ser recta. Los malvados, para lograr lo que se proponen, razonan correctamente, pero por hacerlo al servicio del mal no decimos que su deliberación sea recta. Tampoco es recta la deliberación que nos lleva a un fin bueno por un camino malo.

Ser inteligente no es lo mismo que ser prudente. La inteligencia se aplica, igual que la prudencia, a problemas que exigen deliberación, y llega a proponer soluciones. Pero la prudencia va más allá: es normativa, es decir, ordena hacer o no hacer algo.


viernes, 20 de febrero de 2015

El tribunal de la ley judía..

Desde que en el año 385 d.C. fuera disuelta la institución tras la tan citada persecución romana, dando así comienzo a la llamada diáspora, ha habido numerosos empeños de volver a fundar la célebre asamblea hasta que ésta finalmente lo ha sido. Resulta que tras el comienzo de dicha persecución, el Sanedrín, cuyas actividades habían sido prohibidas por los romanos, cambió su nombre por el de “Beit HaMidrash”, el Consejo de los Sabios de Israel. Con que no había constancia de la existencia de los Sabios de Sion, ¿no? El día 13 de octubre del año 2004, en pleno aniversario de la persecución de la Orden del Temple, los rabinos talmúdicos de la élite de las escuelas sacerdotales o “yeshivot” dieron lugar oficialmente en Israel, suscitando con ello una gran controversia dentro de la comunidad judía, a la fundación del Nuevo Gran Sanedrín, concebido a semejanza del viejo. La tradición judía define al Gran Sanedrín como una asamblea regente compuesta de 71 doctos ancianos. De acuerdo con fuentes de los midrashim y también del Talmud, la institución era de hecho un consejo de sabios instruidos en la ley y el protocolo de Israel. Es del dominio público que desde finales del siglo XIX y también durante el siglo XX, toda una pléyade de eruditos judíos (afinemos más: talmúdicos orientales que se parapetan tras el nombre de los judíos) han venido participando junto con otros en una serie de Congresos Sionistas así como de encuentros oficiales anteriores a la fundación del moderno estado de Israel con el propósito declarado de volver a constituir, siempre con ellos como la principal autoridad, por supuesto, el famoso Gran Sanedrín, con lo cual, los Sabios de Sion no sólo sí existen, sino que lejos de ser una quimera, resultan fácilmente identificables.

sábado, 14 de febrero de 2015

Ideología y cultura..

La relación teórica entre los conceptos cultura e ideología debe concebirse en dos sentidos, desde la forma en que los estudios culturales tratan el tema de la ideología o en sentido contrario, desde el análisis de cómo los ideólogos conciben el papel de la cultura.
La ideología como concepto comienza a definirse a partir de 1796 por Destutt de Tracy, como ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen. Tiene antecedentes directos en las concepciones filosóficas sobre lo ideal, la idealidad y las ideas. Concebidas estas últimas por Platón como universales teóricas existentes independientemente de la voluntad humana individual y por tanto con carácter objetivo.
La visión de los primeros estudiosos de la ideología es "psicologista", relativa a la forma en que el hombre interioriza factores externos y los complementa con un yo interior. Esta es una visión que no contempla el carácter ideal de muchos objetos que existen fuera de la cabeza del hombre y que por su carácter esencialmente simbólico han de entenderse también desde el estudio de lo ideal. Tal es el caso de la obra artística que aun cuando se afilie al realismo como estilo, no es más que una representación de la realidad y como tal no es la propia realidad sino un espejo de esta que pretende recrearla.

Estas limitaciones son superadas por una interpretación más abarcadora y contextual de este proceso que se enfoca en la influencia de la vida social, en la conformación de las ideas de los hombres, ya no como individuos aislados sino como seres sociales.

En la filosofía clásica alemana el escenario en que las ideas se conjugan y definen, antes ocupado por la psiquis, pasa a ser tomado por la conciencia social o conciencia colectiva, que se conforma históricamente como razón colectiva. Esta pasa a ser la fuente de toda representación ideal y como tal la medida para que por ella se rija la moral y la ética de los hombres. Esta es una idea expresada en la obra hegeliana, a partir de la definición de la relación entre lo ideal y lo material.

El hombre se apropia del plano "ideal" de su actividad vital única y exclusivamente en el curso de su familiarización con las formas en desarrollo histórico de la actividad social, solamente de conjunto con el plano social de existencia, con la cultura. La "idealidad" no es otra cosa que un aspecto de la cultura, una dimensión suya. En relación con la psiquis, la actividad psíquica del cerebro, "lo ideal" es una realidad tan objetiva como las montañas y los árboles, como la luna y el cielo estrellado, como los procesos metabólicos, en el propio cuerpo orgánico del individuo.

La ideología debe entenderse en su relación directa con la producción y reproducción del ideal social, en su función de formar la subjetividad humana correspondiente a los esquemas ideales establecidos socialmente por grupos determinados. Posee un carácter excluyente, establecido por su origen clasista, dimensionado en dos relaciones: la oposición nosotros-ellos y la oposición caos-cosmos, que pretende, asimismo, la conversión, legitima o no, de los valores particulares de la clase que la sustenta en valores universales válidos para el resto de la sociedad, estableciéndose, consecuentemente, como determinante de la producción espiritual y por tanto cultural. La ideología posee un papel preciso en la dirección de toda actividad humana, a partir de su carácter impulsor en la producción y reproducción social; es a través de ella que el hombre no solo reproduce su circunstancia social, sino lo que él mismo es ante sí y ante la sociedad.

La manifestación de las ideologías solo puede entenderse en relación a la circunstancia social en la que surgen. De ahí que exista una relación de aparente carácter superficial o simple entre la ideología, la política y la cultura, específicamente con la producción intelectual. Pero esta relación aparente no es simple, es bastante compleja y rebasa la teoría atendiendo a las particularidades de su propio contexto.




Los estudios culturales son mucho más tardíos que los estudios sobre la ideología. Los padres fundadores Richard Hoggart, Raymond Williams y Edward Thompson, poseían una definición humanista y tradicional de cultura. Se referían a esta como espíritu popular, pero la definición de cultura ha cambiado mucho y la forma en que se ha estudiado también.

Ahora bien, toda cultura manifiesta carácter ideológico y necesariamente toda ideología es parte de una cultura y puede proyectarse a partir de la producción y consumo del arte. Esto no ocurre, por supuesto, de forma mecánica, las formas de conciencia y las manifestaciones del pensamiento no son simples espejos de las relaciones y los modos de producción social. Es por ello que es importante aclarar que la cultura artística no refleja la realidad, la re-crea, contemplando en ella, no necesariamente a primera vista, toda la subjetividad y toda la ideología del que la produce primero, del que la interpreta luego.

La manera de reflexionar entorno a la cultura está vinculada estrechamente a las tradiciones nacionales y a los intereses sociales y de clase. Los estudiosos del tema han tratado por mucho tiempo de establecer como contribuciones universales, cuestiones y saberes nacionales. Las Cultural Studies aparecen como un paradigma y un planteamiento teórico coherente a partir del siglo XIX. Es entonces que se instaura una consideración, en los estudios culturales, más abarcadora de la cultura que supera el vínculo estrecho de esta a los intereses nacionales hacia una visión de la cultura de los grupos sociales. En esta percepción, la connotación política de la cultura radica en la posible repercusión de los distintos grupos sociales y clases, en la aceptación, contribución o resistencia ante las relaciones de poder establecidas. En esta relación la hegemonía cultural tiene un papel fundamental.

domingo, 1 de febrero de 2015

Sólo bajo la ética el hombre se vuelve libre

La reflexión filosófica introducida por Aristóteles destinada al estudio de la conducta del hombre y la posible valoración de sus actos la llamamos Ética, identificado siempre como la continua búsqueda del bien. Aristóteles fundó su ética en el hecho de que en la naturaleza humana se inscriben los principios del comportamiento humano, esto es, que en su misma naturaleza se inscribe la racionalidad tomada como el vértice de las facultades que le permitirá al hombre el pensamiento. En las doctrina éticas se encuentra una corrientes objetivista, de acuerdo con la cual el hombre, en su manera de actuar, de ser, en su conducta digamos así, debe perseguir los medios adecuados para alcanzar los fines propuestos, por la cual el bien se lo considera como perfecto y fija su razón de ser en base a las reglas que el hombre mismo se traza en su camino. Cabe la pregunta, qué es ser libre o qué es la libertad? A esta respuesta han sido tantas las corrientes del pensamiento que han tratado o se han acercado a esbozar un concepto, una definición, partiendo siempre de la concepción filosófica a la cual pertenecen, desde la reflexión de los trágicos en la antigua Grecia hasta el pensamiento rieliano contemporáneo. Se dice que la libertad es tan profunda como el espíritu, es decir la referencia se dirige hacia la parte mas intrínseca del ser humano que es su esencia, aquella que permite la comunicación

Del mismo modo que el mundo ha cambiado, también los problemas a los que se enfrenta la Humanidad son nuevos, o, al menos, se nos presentan bajo estructuras nuevas, o con un grado de interrelación y complejidad que exigen una reflexión nueva.

La manera de enfrentarse a muchas cuestiones nos sitúa ante la necesidad de abrir nuestra conciencia a nuevos parámetros: como la fabula del águila, renovarse o morir.

Los cambios de la realidad van siempre precedidos del hecho de que alguien, o algunos, hayan soñado. Las nuevas formas de relaciones humanas en el ámbito político, económico y social sólo pueden construirse si recuperamos la capacidad de imaginar alternativas, nuevas formas de convivencia y de organización de nuestro mundo. Hacen falta puès, nuevas utopías para emerger del pesimismo, del no hay nada que hacer...

Recordemos algunas propuestas de los filósofos: el paraíso marxista, la comunidad ideal de comunicación, el estado natural, el estado hipotético con el velo de la ignorancia!. Utopías que han servido a la humanidad para mejorar las condiciones de vida, para afrontar los problemas sociales del momento.

Ahora bien, a pesar de la fuerza imprescindible de lo casi imposible, tampoco debemos descartar el factor «miedo», como móvil de estos cambios, o bien como sensibilizador previo a los cambios. No un «miedo» paralizante, sino un «miedo» que denota prudencia, que nos impele a ocupamos de los problemas.

El valor de escribir la verdad

Para mucha gente es evidente que el escritor debe escribir la verdad, es decir, no debe rechazarla ni ocultarla, ni deformarla, no debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles, pero es difícil resistirse a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles, para todo ello se necesita mucho valor, no hay pasión más noble que el amor al sacrificio.

Cuando se clama por todas los medios que el hombre inculto e ignorante es mejor que el hombre cultivado e instruido, hay que tener valor para plantearse el interrogante: ¿mejor para quién?
También se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido. Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad.
El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad, ni para anunciar con estruendo el triunfo del espíritu en países donde éste es todavía concebible.
También están los que por falta de conocimientos no llegan a la verdad. Y, sin embargo, distinguen las tareas urgentes y no temen a los poderosos ni a la miseria. Pero viven de antiguas supersticiones, de axiomas célebres a veces muy bellos. Para ellos el mundo es demasiado complicado: se contentan con conocer los hechos e ignorar las relaciones que existen entre ellos.
Los demócratas burgueses condenan con énfasis los métodos bárbaros de sus vecinos, y sus acusaciones impresionan tanto a sus auditorios que éstos olvidan que tales métodos se practican también en sus propios países.
Pero mientras que las democracias burguesas garantizan a los capitalistas, sin recurso a la violencia, la posesión de los medios de producción, la barbarie se reconoce en que los monopolios sólo pueden ser defendidos por la violencia declarada. Sus discursos tienden a la destrucción de un país, de un país entero con todos sus habitantes.
En resumen: importa emplear la astucia para difundir la verdad.