A través de largos períodos de la historia humana, puede suceder sólo una vez que el político práctico y el teórico se encuentren en un mismo hombre. Mientras más íntima sea esa unión, sin embargo, mayores son los obstáculos que se oponen a los esfuerzos de ese hombre como un político práctico. Él ya no trabaja por necesidades que son obvias para cualquier comerciante, sino por objetivos que sólo muy pocos pueden entender. Por lo tanto su vida está desgarrada entre el amor y el odio. La protesta del presente, que no entiende al hombre, lucha con el reconocimiento de la posteridad, para la que él trabaja.
Porque mientras mayor es el trabajo de un hombre para el futuro, menos el presente puede entenderlo, más difícil es su lucha, y el éxito es más raro. Pero si una vez en siglos el éxito favorece realmente a tal hombre, quizá en sus últimos días un débil destello de su gloria venidera puede brillar sobre él. Desde luego, esos grandes hombres no son sino los corredores de la maratón de la Historia; la corona de laureles del presente toca sólo la ceja del héroe agonizante..
Mein Kampf, I, cap. 8.
Quienquiera que hable de una misión del pueblo alemán en esta Tierra debe saber que eso sólo puede consistir en la creación de un Estado que ve como su deber más alto la preservación y el progreso de los elementos más nobles de nuestra nacionalidad que todavía permanecen no contaminados.
Y otra vez el movimiento nacionalsocialista tiene que realizar la tarea más pesada. Debe abrir los ojos del pueblo en lo que tiene que ver con naciones extranjeras, y debe recordarles una y otra vez el verdadero enemigo de nuestro mundo moderno. En vez de odio contra los arios —de quienes casi todo puede separarnos, pero con quienes estamos ligados por la sangre común o por la gran línea de una cultura emparentada— debe dirigir la ira universal sobre el vil enemigo de la Humanidad como el verdadero originador de todos nuestros sufrimientos. Debe asegurarse de que, al menos en nuestro país, el enemigo mortal sea reconocido, y que la batalla contra él, como un símbolo pasajero y breve de tiempos más brillantes, también pueda mostrar a otras naciones el camino a la salvación de una asediada Humanidad aria.
Mein Kampf, II, cap. 13.