Steven Forti es uno de esos historiadores que no dudan en ejercitarse haciendo genuflexiones a todo lo políticamente correcto. Lo conocí por su tesis sobre Bombacci, Pérez Solís y Paul Marion..., políticos “rojos” que abrazaron al “fascismo revolucionario”. Podemos decir que Forti se ha unido a todos esos profesores y catedráticos de Historia que presentan su repetitivo, y por ello cansino, “menú oficial” sin dar opción a ver “la carta”, no sea que los defenestren o marginen por ofrecer “platos” no “recomendados” por la historiografía oficial.
Forti nos cuenta ligeramente alterado algo que cíclicamente surge en mayor o menor medida, y ello, no es otra cosa que: intelectuales o militantes de izquierda, hartos de la claudicación y sumisión a los rectores de la globalización, por parte de sus dirigentes y estructuras, junto a intelectuales y militantes nacional-revolucionarios o de la CTP, hartos de soportar las extravagancias sectarias de un espacio político caduco, que les adjudican, pero que no les corresponde y del que se sienten profundamente distantes, se unen, desde el convencimiento, en un mismo discurso y en una misma acción, denunciando al unisono a la izquierda/derecha del capital y a sus respectivas cloacas extremas, como sujetos serviles del Sistema.
Ni Trump/Bannon son de los nuestros, ni lo son Salvini/Strache, ni lo es la cloaca de Abascal y la galaxia identitaria-sionista... lo que algunos llaman “rojipardismo” es en verdad, transversalidad, Justicia y Razón.
Ni Trump/Bannon son de los nuestros, ni lo son Salvini/Strache, ni lo es la cloaca de Abascal y la galaxia identitaria-sionista... lo que algunos llaman “rojipardismo” es en verdad, transversalidad, Justicia y Razón.
No existen las “células bistec” (pardos por fuera, rojos por dentro), no existe el fascismo de izquierdas (más allá de ser una definición que algunos utilizan para diferenciarse de los fascistizados y reaccionarios de brazo en alto). No existe lo rojo/pardo. Existe, repito, la transversalidad, la defensa de causas justas sin anteponer banderas; existe permanentemente la voluntad, sincera, de un frente unido contra el liberalismo.
Forti es de esos historiadores cobardes que callan ante las atrocidades cometidas en nombre de la libertad... capitalista; callan ante las corruptelas y asesinatos de Israel; no realizan estudios sobre la variopinta izquierda fucsia y sus aberraciones ideológicas; son incapaces, por ejemplo, de contarnos crímenes cometidos por miembros del PCE (i) y demás cloacas de la extrema izquierda durante la transición. Forti actúa como esa aberrante extrema derecha que condena a las “feministas por manifestarse el 8 de marzo y propagar el covid-19”, para semanas más tarde negar la existencia real del virús.
Forti, como buen peón a sueldo, tiene que descalificar todo acercamiento transversal antiliberal para, desde su acomodada y servil tribuna de historiador, esgrimir aseveraciones, pegadas con cinta adhesiva low cost, con el fin de restar toda credibilidad a todo aquel que coincida -venga de donde venga- en planteamientos de Soberanía nacional, de crítica radical al sistema capitalista-liberal y a la globalización, y en denunciar a la actual izquierda y a la extrema derecha de ser la retaguardia de las élites económicas. El cometido de Forti es confundir, mezclar, descontextualizar, y una vez realizado el cóctel, llamarlo ultraderecha. Lo de siempre.
Una unidad transversal que agrupe a todos los sectores patriotas (frente a la esclavitud de las naciones y de sus gentes) y socialistas (frente a la tiranía financiera), sería un Frente Unido capaz de plantar cara y de movilizar a miles de “descamisados” (Podemos ha sido un bluff al servicio de la izquierda fucsia), y eso, precisamente eso, es lo que realmente molesta y siempre se intenta fragmentar y abortar por parte de los lacayos del Sistema.
Un historiador deja de serlo cuando se posiciona a favor “de la verdad oficializada”, entonces pasa a ser un propagandista, y Forti, es eso, un propagandista. Conozco a varios profesores de Historia que han sido marginados o que se ven obligados a autocensurarse para evitar problemas, ¿triste, no? Más triste es ser un mentiroso a sueldo.
Juan Antonio Llopart
Juan Antonio Llopart