En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

domingo, 16 de noviembre de 2014

Palabras de Spengler

El conocimiento hay que tomarlo definitivamente en serio, el escepticismo, la última actitud filosófica y la única posible en esta nuestra época, y aun la única digna, no permite que prosiga la inútil palabrería. Nuestra facultad de percibir la Historia, nuestra capacidad de escribir la Historia, es una señal que delata que el camino se dirige hacia el abismo, sólo en las cumbres de las grandes culturas, en el momento en que éstas verifican el tránsito a la civilización, sólo entonces aparece por un instante esa facultad de penetrante conocimiento.  El destino de cada individuo consiste en que su nacimiento le ha sumergido no sólo en esa historia universal, sino en un determinado siglo, en un determinado país, en un determinado pueblo, en una religión determinada, en una clase determinada. No podemos elegir entre ser hijo de un aldeano egipcio, 3.000 años antes de Jesucristo, o de un rey persa, o de un vagabundo actual. A este destino hay que someterse, este destino nos condena a determinadas posiciones, concepciones y producciones. No existe el "hombre en sí", sino sólo los hombres de una época, de un lugar, de una raza, de una índole personal, que se imponen en lucha con un mundo dado, o sucumben, mientras el resto prosigue su curso, como deidad erguida en magnífica indiferencia. Esa lucha es la vida; y lo es, en el sentido de Nietzsche, como una lucha que brota de la voluntad de poderío; lucha cruel, sin tregua; lucha sin cuartel ni merced. El hombre es un animal de rapiña. Finos pensadores, como Montaigne y Nietzsche, lo han sabido de siempre. La sabiduría de la vida, conservada en las viejas leyendas y en los refranes de todos los pueblos aldeanos y nómadas; la sonriente penetración de los grandes conocedores de hombres políticos, generales, comerciantes, jueces desde las alturas de una vida rica; la desesperación de los fracasados reformadores, y las reprimendas de los irritados sacerdotes, siempre se han guardado mucho de ocultarlo o de negarlo. Sólo la gravedad solemne de los filósofos idealistas y demás teólogos no ha tenido el valor de proclamar lo que en silencio todo el mundo sabe muy bien, y sin embargo, de sus propias obras podría sacarse una preciosa colección de sentencias que, de vez en cuando, han subido a sus labios acerca de la bestia humana. El hombre no es un simple; no es "por naturaleza bueno"; no es tonto; no es un semimono con tendencias técnicas, como lo ha descrito Haeckel y lo ha pintado Gabriel Max. Sobre esta caricatura se proyecta, además, la sombra plebeya de Rousseau. Por el contrario, la táctica de su vida es la de un animal de rapiña, magnífico, valiente, astuto, cruel. Vive atacando, matando y aniquilando. Quiere ser señor desde que existe.