En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La falsa igualdad





La mal llamada ideologia dominante de las sociedades "modernas" tiene a la igualdad como un bien moral absoluto, el talento, la ahorratividad, la diligencia, la disciplina, la iniciativa y la perseverancia son castigados mientras que la inhabilidad, la ociosidad, el libertinaje, la indiferencia, la negligencia, la apatía y la inconstancia son recompensados en nombre de la justicia social, las recompensas deben ser para los merecedores y nunca reasignarlas entre los de poco merito... La diversidad se basa en la diferencia. La eliminación de una implica la eliminación de la otra. La celebración que el igualitarismo moderno hace de la diversidad, y su proclamación de la diversidad como un bien digno de ser proseguido por su propio bien, son, por lo tanto, contradictorias. Lo que es más, al criticar a los opositores a la diversidad como inmorales, los igualitaristas no cumplen con sus propios estándares profesados de moralidad, haciendo a los igualitaristas mismos seres inmorales. La negación de la diferencia implica, por extensión, una negación de la calidad, tanto en el sentido de la distinción de atributos como de la superioridad. El producto final lógico de la igualdad es, por lo tanto, la uniformidad y la mediocridad, una negación de todas las cosas que hacen de la vida algo bueno y digno de ser vivido. Un sistema de creencias que arrebata la alegría de la vida, un sistema de creencias que es, en último término, anti-vida, no puede ser considerado como moral.

Hay dos formas de colectivismo: voluntario e impuesto. El Estado y la búsqueda institucionalmente patrocinada de la igualdad cae bajo la segunda categoría. Por consiguiente, podemos describir al igualitarismo como imponiendo una degradación del individuo al servicio de una colectividad abstracta, una colectividad que, en cuanto abstracta y por lo tanto deshumanizada, no existe empíricamente. ¿Es esto moral? No, de ningún modo que pudiéramos aceptar.

Como hemos visto a partir del desarrollo del igualitarismo en las sociedades occidentales modernas, la lógica de la igualdad presupone la equivalencia de todos los humanos. Un resultado es que las sociedades universales, que involucran a pueblos de muchas culturas marcadamente diferentes, llegan a ser ideológicamente [en la teoría] no problemáticas. Por cuanto los humanos se diferencian en múltiples niveles, las sociedades universales han llegado a ser, por contraste, problemáticas, requiriendo la proliferación de normas, regulaciones, leyes, vigilancia, castigos, burocracias e impuestos adicionales, en la búsqueda de un funcionamiento armonioso y continuado. La limitación progresiva de las libertades nunca se termina, porque las medidas mencionadas se dirigen sólo a los síntomas y no a la causa subyacente: la diferencia permanece, y provoca respuestas diferentes frente a cada medida, que a su vez crean la necesidad de medidas adicionales. Peor aún: debido a la necesidad de dirigirse a un número creciente de áreas en una población cada vez más dispar con pocos valores o supuestos compartidos, o bien ninguno, el esfuerzo regulador llega a ser no sólo cada vez más invasivo y preceptivo sino también cada vez más inapropiado para cada uno. La libertad también es erosionada económicamente debido a los crecientes costos de regulación, vigilancia, reforzamiento de la ley, castigos y administración del comportamiento social. 




Aparte de la naturaleza intrínsecamente destructiva de la ideología de la igualdad, ésta es manchada aún más por la inmoralidad de sus practicantes, ya que el activismo de la igualdad casi invariablemente trabaja aunque esto no siempre sea explícitamente declarado o incluso reconocido en perjuicio de una clase particular de individuos: aquellos que pueden remontar su ascendencia a Europa. Por sus acciones, puede suponerse sin temor a equivocarse que los practicantes de la igualdad tienen actitudes eurofóbicas, o son eurófobos, aunque en la mayor parte de los casos ellos mismos sean de ascendencia europea. Es, por lo tanto, irónico que los practicantes de la igualdad se consideren a sí mismos como altamente morales, e incluso que se arroguen la predicación de la moralidad. Durante mucho tiempo la búsqueda de la igualdad ha sido fuertemente relacionada con nociones de justicia social, de manera que muchos pueden encontrar difícil separar ambas ideas, y pueden por lo tanto encontrar que una alternativa es impensable, o al menos como un mal a ser evitado. Ciertamente, así es cómo los igualitaristas piensan y cómo les gustaría que todos los demás pensaran. Propondríamos, sin embargo, que lo contrario es verdadero, y que un paradigma superior podría ser uno basado en la deseabilidad de la Diferencia.


Una teoría de la diferencia no es la "diversidad" como los igualitaristas entienden el término. La "diversidad" según aquéllos se refiere a personas que pueden parecer diferentes, pero quienes, aparte de su personalidad individual y de las diferencias socialmente construídas, son esencialmente equivalentes e intercambiables. Esto, por supuesto, es demasiado unidimensional para constituír diversidad, ya que niega la validez de los atributos grupales que contribuyen a la identidad. Una teoría de la diferencia define la diversidad, ya que ha de ser definida, y abraza la multi-dimensionalidad de la diferencia humana, tanto a nivel individual como colectivo.