En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

domingo, 27 de marzo de 2016

Platón comenta en el libro VIII de La República



La perversión de la forma de gobierno siempre empieza en el momento en que una facción interna de la clase gobernante así se lo propone. 

Los oligarcas colocan una suma de dinero mayor o menor, según vaya cerrándose el círculo y finalmente proclaman que ninguna cuota del poder del gobierno está fuera de su control. Después se van cumplimentando sus objetivos por la fuerza de las armas, y es mediante el terror como establecen su nueva forma de gobierno.


Ésta facción va captando mediante propuestas futuras de enriquecimiento al resto de la clase, que aunque es muy reducida resulta imposible de disolver… La palanca de la amenaza oligárquica se apoya en el afán de riquezas que todo hombre posee y por el que son tentados a destruir su forma de gobierno.


El poder dura tanto gracias a la subordinación de las familias nobles a las necesidades de la oligarquía, delimitada por el acorazamiento del status de la primera y de sus descendientes varones obtenido ya en 1297, colaboró a esta situación el continuado uso del terror contra las masas.


Los varones del centenar y medio de familias pertenecientes a la nobleza tenían derecho a sentarse permanentemente en el Gran Concilio. Hasta comienzos del siglo XVI eran aproximadamente dos mil individuos pero luego este número fue menguando poco a poco. 

Las votaciones de las diferentes facciones eran dirigidas por el jefe momentáneo de cada una de ellas. Algunos de ellos eran elegidos para ocupar cargos cruciales en las tareas de gobierno. Los primeros ciento veinte miembros de este consejo, llamados Pregadi, pertenecían al Senado, desde el que se dirigía la política exterior y la elección de embajadores.

El Gran Consiglio elegía a su vez al Consejo de los Cuarenta, encargados de las finanzas y de la elaboración de los presupuestos, aunque con posterioridad se constituyeron en una suerte de fiscalía, encargada de la persecución de los delitos. A su vez eran elegidos otros tres fiscales con capacidad para investigar y enjuiciar a los cargos públicos, aunque el Dogo tenía el privilegio de obligar a la familia, después de la muerte del delincuente, a pagar una suma de dinero en concepto de multa.



El Gran Consiglio elegía al Dogo mismo, de por vida, a través de un complicadísimo método de procedencia bizantina, empleado para asegurar que el designado representase a los electores. Primero treinta miembros del Gran Consiglio eran elegidos al azar utilizando unas bolas coloreadas que los venecianos denominabanballot. Estos treinta elegidos empleando una especie de nuevo sorteo elegían a un grupo de otros cuarenta electores, quienes a su vez formaban nuevos electores constituidos en grupos de doce miembros.

Este procedimiento se repetía varias veces hasta que finalmente terminaba en un grupo de cuarenta y un electores, de los cuales veinticinco acababan proponiendo una nominación a Dogo que posteriormente era aprobada por el Gran Consiglio. Un proceso igual de complicado se utilizaba para elegir a los Savi Grandi, los seis consejeros y supervisores privados del Dogo.


La más peculiar de las instituciones venecianas era el Consejo de los Diez, Consiglio dei Dieci, establecido en 1310, con la misión de coordinar las operaciones de inteligencia en los ámbitos exterior e interior. Reunidos en sesiones secretas con el Dogo y sus seis asesores, los Diez contaban con el poder de dictar actas contra cualquier persona o grupo de personas, tanto en la jurisdicción de Venecia como fuera de ella. El perseguido era estrangulado y esa misma noche su cuerpo era arrojado al Canale Degli Orfani.


Los Diez tenían a su disposición una vasta red de inteligencia tanto en el extranjero como en el interior de la mismísima Venecia. Disponían de tales recursos que eran capaces de penetrar cualquier conversación entre nobles y ciudadanos de tal modo que con frecuencia, su contenido era conocido por Los Diez en menos de veinticuatro horas gracias a la ubicuidad de sus informadores y espías.

Aun hoy quienes visiten el Palacio del Dogo pueden ver unos buzones en forma de León con la inscripción Per denontie segrete, para que cualquiera pudiese denunciar anónimamente ante la monstruosa burocracia de Los Diez, a aquellos individuos que estuviesen cometiendo delitos contra las arcas públicas o violando la Ley. Contra las sentencias de muerte de Los Diez, no cabía recurso alguno y sus deliberaciones y sentencias nunca se hacían públicas. Los acusados simplemente desaparecían.