Y debe ser superada, pero no de esa forma, una sociedad debe regirse por un principio aristocrático como el de la jerarquía, una jerarquía instituida en los valores y no en principios materialistas: la lucha de clases debe superarse en el sentido de que tu posición no la va a regir tu posición económica ni nadie será más que nadie por poseer más cosas: la dignidad se mide de otra forma. Combatiendo el liberalismo combatimos igualmente el problema que de él se deriva, "la lucha de clases" hoy no sería de clases, sino de niveles económicos. Así, luchar contra el capital es luchar contra el liberalismo y contra el comunismo a partes iguales.
En el liberalismo la propiedad privada aspira a conseguir el poder, en el segundo la propiedad privada se circunscribe al estado: todo es propiedad del estado, incluso las personas. Sin embargo hablamos de que las posesiones del estado son "públicas", cuando nada es público en realidad, nadie tiene nada propio, todo lo tiene el estado.
En el primero el sistema de valores propugna la libertad individual como máximo exponente e ideal, que no es otra cosa que promover el egoísmo y la destrucción del grupo, de la sociedad cohesionada. En el segundo no existe libertad individual, eres propiedad del estado y el totalitarismo se muestra de forma evidente, no como en el liberalismo, sibilino y disimulado.
Sin embargo podemos hablar de que en Occidente, a pesar de prevalecer una mentalidad liberal, y de hecho así es, pueda llevarnos a confusión las empresas públicas. Esas empresas son simplemente eso, públicas porque se nutren del dinero procedente de impuestos y los beneficios van al estado si los hubiera, pero participan de la misma mentalidad liberal: el estado es una empresa, el ciudadano un cliente timado por todos los lados.
En el mundo del libre mercado, el estado es simplemente una empresa más en competencia con las demás y que a su vez, desde el ejecutivo, suele propugnar medidas para favorecer al capital y el libre comercio: abaratamiento de despidos, entrada masiva de inmigrantes, etc.
Mientras tanto, el contribuyente español no participa de los beneficios de la empresa pública, empresas que suelen ser generalmente deficitarias.