En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

domingo, 14 de agosto de 2016

La agonía de los pueblos y las culturas,



Con un siglo de adelanto, Friedrich Nietzsche había previsto todos, o casi todos, los fenómenos que caracterizan nuestra época.

La verificación de las profecías nietzscheanas debería despertar a los espíritus, invitarlos a la reflexión. No ha sido así, lo cual es fatal. Cuando Nietzsche establecía para las sociedades occidentales un diagnóstico de decadencia, no hacía más que prever el desarrollo normal de la enfermedad. 

Ahora bien, lo característico de esta enfermedad, la decadencia, es la ceguera que afecta al enfermo acerca de su propio estado. Cuanto más enfermo está, más sano cree estar. Una sociedad decadente es así tanto más progresista cuanto más avanza hacia el desenlace fatal de su enfermedad.

Echemos un vistazo a nuestro alrededor. Todos, desde el liberal más o menos avanzado al comunista más o menos atrasado, creen visceralmente en el Progreso, están íntimamente convencidos de vivir una Era de progreso e, incluso, del progreso definitivo. Se ven toda clase de fenómenos sociales que, a través de la Historia, han caracterizado siempre la agonía de los pueblos y las culturas, desde el feminismo al fulgurante ascenso social de los histriones y de la gente del espectáculo, desde la disgregación de las células sociales tradicionales para nosotros, la familia, a las tentativas efímeras, siempre repetidas, de remplazarlas por no se sabe qué colectivos, desde el universalismo masoquista a la demolición de toda norma social obligatoria para el individuo. 

Se ha llegado a la más absoluta incapacidad para aprender las lecciones de la Historia, lo que a veces lleva a pensar que la Historia carece de sentido.


Otro trazo característico de la decadencia avanzada es la mediocridad de los sentimientos. Se discute con saña, pero se tolera. Todavía se hace la guerra, fría si es posible, pero en nombre del amor, para liberar al otro. 

Es obligatorio odiar, pero se odia a la abstracción del Otro, nunca al otro en su realidad. Se odia, según el campo en que uno se encuentre, al terrible capitalismo occidental o al horrible régimen comunista, pero se ama al pueblo. 

Las sociedades decadentes ya no saben amar ni odiar, las ha invadido la tibieza, porque la vida las está abandonando, y su fuerza vital casi ha desaparecido.


Esa fuerza vital que da la vida a las sociedades, las organiza y las lanza al peligroso camino de la Historia, y puede recibir muchos nombres. Dostoïevski la llamaba "Dios" y decía que cuando un pueblo ha perdido su dios sólo puede agonizar y morir. Friedrich Nietzsche anunció a las sociedades occidentales que su dios había muerto y que ellas también iban a morir. Paul Valery, a su manera, ha sentido la misma verdad. Para mí, "Dios" es una definición demasiado estrecha, demasiado "occidental", de lo que es la fuerza vital de una sociedad. Lo divino sólo es un elemento, un aspecto de esta fuerza vital que, más bien yo llamaría, en toda su complejidad, MITO.


Lo característico del Mito, tal como yo lo entiendo, es el entrar en la Historia creándose a sí mismo, es decir, creando y organizando sus propios elementos. El Mito es esa fuerza histórica que da vida a una comunidad, la organiza, la lanza hacia su destino. El Mito es, ante todo, un sentimiento del mundo, un sentimiento del mundo compartido y, en cuanto tal, él es y él crea objetivamente el lazo social y, al mismo tiempo, la norma comunitaria. Estructura la comunidad, le da su estilo de vida, y estructura también las personalidades individuales. 

Ese sentimiento del mundo es, por otra parte, el origen de una visión del mundo, de las expresiones coherentes del pensamiento. La Historia nos enseña que cada pueblo, cada civilización, ha tenido su Mito. En la perspectiva abierta por nuestro presente social, se tiene la impresión de que los Mitos se ligan siempre a una fase primordial y superada del devenir humano. Que el Mito sea, por así decirlo, la manifestación propia de la infancia de la Humanidad, es un lugar común de la reflexión histórica moderna. Es el punto de vista, inevitable, de un pensamiento que es el reflejo de la vejez de una civilización.