En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

domingo, 22 de noviembre de 2015

Por George Lincoln Rockwell

IN HOC SIGNO VINCES



El éxito duradero de cualquier empeño humano jamás es resultado de la suerte ciega, es siempre el resultado de tres cosas:

-La habilidad intelectual para percibir el problema en cuestión.

-La voluntad y determinación de hacer cuanto sea necesario para conseguir el objetivo deseado, a pesar de la oposición.

-Los medios físicos, la fortaleza y el coraje de cumplir y completar el plan determinado por la voluntad.

Si cualquiera de esos tres elementos falta en el propósito de alguien, el fracaso es el resultado inevitable y predecible.



Docenas de grandes civilizaciones han perecido a causa de no cumplir con uno o más de estos tres elementos necesarios en la lucha por la supervivencia.

Las sociedades salvajes suelen perecer no tanto por la falta de voluntad vigorosa o fortaleza física, como por incapacidad para percibir la situación real. Ahogadas en la superstición y tropezando en las tinieblas de la ignorancia, se ven arrolladas por las fuerzas de violentos acontecimientos naturales, catástrofes y enfermedades que sociedades más civilizadas han aprendido a superar.



Por otro lado, las civilizaciones debido a todos sus logros intelectuales y ciencia perecen con más frecuencia por la quiebra de la voluntad, la disminución del salvaje e implacable instinto de supervivencia y dominio, los cuales crearon originalmente esas sociedades. Devienen en “humanitarias”, egoístas y blandas. Se convierten en físicamente débiles y dependen de ejércitos y policía a sueldo para que peleen en sus combates. El aguerrido espíritu de honor, autosacrificio y heroísmo de sus ancestros se traiciona a favor de un creciente amor por la tranquilidad, el lujo y la cobardía, enmascarado como “humanitarismo”.

Cuando una civilización alcanza esa etapa de agotamiento en su declive, sólo un muy raro suceso puede frenar el colapso final de la sociedad mientras la decadencia se vuelve cada día más evidente. Únicamente cuando la sociedad agonizante posee todavía la suficiente energía como para producir un gigante espiritual, un divino retroceso al antiguo heroísmo de su pueblo, alguien capaz de conmocionar y sacar a la civilización de su natural noche histórica de sueño y muerte, una sociedad puede alzarse de nuevo por un periodo de tiempo a pesar de la oposición suicida del pueblo moribundo, el cual tan solo anhela la “paz” y la somnolencia de la muerte.



Pero la parición de Adolf Hitler en la historia es una evidencia de que todavía permanece en la Civilización Occidental blanca una chispa suficiente de autosacrificio y vigor creativo como para permitir, tal vez, que el hombre blanco sobreviva otro milenio más o menos. Esta chispa infinitamente preciosa no será, sin embargo, más que eso y terminará por desaparecer rápidamente en las tinieblas a causa de que la diminuta elite humana con la clarividencia de ver lo que Hitler hizo, es demasiado egoísta, cobarde y miope para aplicar las lecciones de la Historia antes de que sea demasiado tarde, y avivar la chispa que Hitler nos legó dentro de la espectacular llama de la civilización que fundaron nuestros valerosos antepasados.

Hasta ahora, el terrible castigo que han sufrido los héroes hitlerianos que lucharon por la civilización a manos de las fuerzas judaicas de la decadencia y la destrucción ha acobardado y aterrorizado al mundo de tal modo que, incluso aquellos capaces de ver y comprender el peligro para la Humanidad y el camino de la salvación que nos mostró Adolf Hitler, son atacados tan acerbamente en sus vidas, libertades y comodidades que no osan recoger la sagrada chispa de la supervivencia blanca y avivarla con su propio aliento vital, la cual habrá de prender pronto o desparecer para siempre.