Oswald Spengler, en su obra “Años decisivos”, escribe:
Y José Antonio Primo de Rivera, en su discurso del Teatro de la Comedia del 29 de octubre de 1933, dijo:
La actitud liberal es una manera de tomar a broma el propio destino. La actitud liberal produce un régimen político donde el principio de irresponsabilidad se extiende desde la base hasta la misma cúspide del Estado. Si se define la “democracia” como el gobierno del pueblo por sí mismo, es evidente que nos encontramos ante un absurdo lógico, ante una contradicción en los términos, puesto que no podemos admitir que los mismos hombres sean a la vez los gobernantes y los gobernados.
“Liberalismo y bolchevismo son dos antípodas de un mismo pensamiento, de unos mismos valores; liberalismo y bolchevismo son, respectivamente, la forma primitiva y la forma avanzada, el principio y el fin de un mismo movimiento, de una misma acción”.
“ Cuando en marzo de 1762 un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau publicó “ El contrato social ” , dejó de ser la verdad política una entidad permanente, Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, diferente a cada una de nuestras almas, y que ese “ yo superior ” está dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana, sólo se expresaba por medio del sufragio -conjetura de los más que triunfa sobre los menos en la adivinación de la voluntad superior-, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que en un momento dado se suicidase ” .
Hobbes ya dijo, en su tiempo, que era propio del pensamiento mitológico atribuirle voluntad a algo más que al individuo o individuos dotados de la misma. Para Hobbes sólo hay una salida política: los hombres que componen una comunidad reconocen su voluntad en un solo ser. La gran habilidad de los dirigentes del mundo moderno es hacer creer al pueblo que él se gobierna por sí mismo; y el pueblo se deja persuadir a la vez que adular por esos dirigentes, no viendo que todo ello no es sino una gran estafa, además de un imposible.
Para hacer creer esta ilusión se creó el sufragio universal: es la opinión de la mayoría la que se supone que hace la ley, pero lo que no se percibe es que no hay nada más fácil de dirigir y manipular como la opinión, pues siempre se puede, con la ayuda de las sugestiones adecuadas, provocar corrientes de opinión que van en tal o en cual dirección.