
El matrimonio ha dejado de ser un lazo permanente entre el hombre y la mujer. Estas son a la vez las condiciones materiales y psicológicas de la existencia moderna que han creado el clima propicio para la desintegración de la vida familiar.
Los hijos son considerados hoy como un estorbo, cuando no lo son como una calamidad. Así termina el abandono de las reglas que en el pasado los hombres de occidente habían tenido el valor y la prudencia de imponer a su conducta individual y social.