El caso de Nietzsche es ciertamente peculiar, él descubrió al "filisteo cultural" también era un adivino, un mago, el viento tormentoso.
Te quiero conocer, desconocido,
y atraviesas mi vida como una tempestad,
¡tú, difícil de alcanzar, parecido a mí!.
Te quiero conocer y te quiero servir.
Y veinte años más tarde, en su magnífico Himno al Mistral, dice:
¡Cómo te amo, viento mistral,
cazador de nubes, asesino de tribulaciones,
barrendero del cielo, viento bramador!
¿No somos ambos las primicias
de un mismo seno, predestinados para siempre
a un mismo destino?
Postrada en tierra, temblando de horror,
como una moribunda a quien le calientan sus pies,
sacudida, ay de mí, por fiebres desconocidas,
temblando por agudos dardos de escarcha,
¡acosada por ti, pensamiento!,
¡Innombrable!, ¡Encubierto!, ¡Aterrador!.
Tú, cazador oculto detrás de las nubes!
¡Fulminada en tierra por ti,
ojo burlón que me mira desde la oscuridad!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todas las eternas torturas,
herida
por ti, el más cruel cazador,
tú, desconocido dios....