Sin dificultad se puede apreciar la similitud entre familia y pueblo: los dos son agrupaciones consanguíneas formadas para proteger a los débiles.
Así como la familia es el primer entorno en el que nace lo social de cada individuo, la comunidad del pueblo satisface ese instinto social a gran escala. De tal manera surge el irreemplazable calor del nido del Estado nacional. El Estado nacional siempre debería ser la última instancia en cualquier determinación.
Desde la Guerra de Secesión, EE.UU. ha negado ese derecho a todos los pueblos. La autodeterminación siempre se encamina hacia el Estado nacional. Excepto en Israel, el Imperio estadounidense combate la idea del Estado nacional en todo el mundo, y busca sistemas gubernamentales que esparzan la semilla mortal del Estado multi-étnico en contra de la voluntad de los ciudadanos.
El sistema económico del Estado normal se llamaba Economía Popular. El Imperio estadounidense trata de paralizar la función protectora del Estado y de romper la Economía Popular con el pretexto de la libertad. La lucha de EE.UU. contra los principios de la democracia, que originaron el Estado nacional y su economía nacional partiendo de la autodeterminación, sólo se puede frenar con un arma: con democracia. Si todo el mundo sabe que democracia es autodeterminación y no dominación por potencias extranjeras, si nos fiamos de la palabra de los fariseos, sus marionetas caerán a nivel mundial.
Es la vida lo que hay que defender, la vida de cada uno, de la familia, del pueblo. La sentencia del poeta Felix Dahn «¡Sirvo a la Humanidad sirviendo a mi pueblo!», ha de ser ampliada al mundo: El que sirve a los pueblos, sirve a la Humanidad.
Lo más grande que los humanos pueden hacer por su pueblo es construírle una casa, edificarle un Estado: el Estado nacional. Pero la fundación de un Estado suele partir de una voluntad homogénea del pueblo. Por ello, el proceso de formación estatal constituye el punto culminante de la autodeterminación, o sea, de la democracia.
Si el Estado nacional no quiere perder su libertad y su constitución democrática, no debe depender de la economía de otros pueblos ni de su codicia territorial. Necesita la Economía Popular para poder ejercer su función protectora. Solamente un pueblo que puede decidir su propia Economía permanecerá en situación democrática. La Economía Popular sólo se mantiene en el Estado nacional y éste, por su parte, es el entorno natural (Lebensraum) del gobierno popular.
Así como la familia es el primer entorno en el que nace lo social de cada individuo, la comunidad del pueblo satisface ese instinto social a gran escala. De tal manera surge el irreemplazable calor del nido del Estado nacional. El Estado nacional siempre debería ser la última instancia en cualquier determinación.
Desde la Guerra de Secesión, EE.UU. ha negado ese derecho a todos los pueblos. La autodeterminación siempre se encamina hacia el Estado nacional. Excepto en Israel, el Imperio estadounidense combate la idea del Estado nacional en todo el mundo, y busca sistemas gubernamentales que esparzan la semilla mortal del Estado multi-étnico en contra de la voluntad de los ciudadanos.
El sistema económico del Estado normal se llamaba Economía Popular. El Imperio estadounidense trata de paralizar la función protectora del Estado y de romper la Economía Popular con el pretexto de la libertad. La lucha de EE.UU. contra los principios de la democracia, que originaron el Estado nacional y su economía nacional partiendo de la autodeterminación, sólo se puede frenar con un arma: con democracia. Si todo el mundo sabe que democracia es autodeterminación y no dominación por potencias extranjeras, si nos fiamos de la palabra de los fariseos, sus marionetas caerán a nivel mundial.
Es la vida lo que hay que defender, la vida de cada uno, de la familia, del pueblo. La sentencia del poeta Felix Dahn «¡Sirvo a la Humanidad sirviendo a mi pueblo!», ha de ser ampliada al mundo: El que sirve a los pueblos, sirve a la Humanidad.
Lo más grande que los humanos pueden hacer por su pueblo es construírle una casa, edificarle un Estado: el Estado nacional. Pero la fundación de un Estado suele partir de una voluntad homogénea del pueblo. Por ello, el proceso de formación estatal constituye el punto culminante de la autodeterminación, o sea, de la democracia.
Si el Estado nacional no quiere perder su libertad y su constitución democrática, no debe depender de la economía de otros pueblos ni de su codicia territorial. Necesita la Economía Popular para poder ejercer su función protectora. Solamente un pueblo que puede decidir su propia Economía permanecerá en situación democrática. La Economía Popular sólo se mantiene en el Estado nacional y éste, por su parte, es el entorno natural (Lebensraum) del gobierno popular.