En este mundo de locura liberal.. todo lo que sea degradación.. decadencia..degeneración o envilecimiento en el hombre esta permitido y es fomentado...pero el verdadero pensamiento independiente que se salga de lo que dicta el sistema.. es severamente penado por todas las cortes del mundo...el "delito de opinión" es el peor crimen que se puede cometer en este mundo de pensamiento totalitario...Oder

martes, 13 de junio de 2017

La Religión de Marx a sus creyentes


Los mejores apologistas difícilmente pueden pensar en una virtud que le puedan asignar al comunismo. 

Fue Marx, no Lenin, quien inventó la técnica de fingir ser un demócrata a fin de destruír la democracia, la despiadada purga de los miembros disidentes del partido y el empleo de la falsa difamación personal en esa tarea.


Fueron Marx y Engels quienes adoptaron la burla y el desprecio como la clave principal para atacar a los opositores, introduciendo una literatura de vituperio que tiene pocos paralelos en la Historia. Incluso el golpe maestro político de entregar tierras a los campesinos a fin de arrebatárselas cuando el poder fuera asegurado.


Engels corrió el riesgo de realmente exponer esta ingenua filosofía.

Balbuceaba Engels: 

El socialismo abolirá tanto la arquitectura como el empujar carretillas como profesiones y el hombre que ha dedicado media hora a la arquitectura también empujará la carretilla un poco hasta que su trabajo como arquitecto sea otra vez demandado, un tipo de socialismo que perpetuaría el negocio de empujar carretillas.

Parecería que sólo una deidad benigna podría garantizar un futuro tal a la Humanidad, y sólo enseñando una moralidad superior podría ella conducirnos a él. Pero Marx odiaba a la deidad, y consideraba las altas aspiraciones morales como un obstáculo. El poder en el cual él basaba su fe en el paraíso próximo era la evolución brutal, feroz y sangrienta de un mundo material. 

Y él se convenció a sí mismo de que, a fin de introducirnos en tal mundo, debemos poner a un lado los principios morales y ocuparnos de la guerra fratricida. Aunque sepultada bajo una montaña de racionalizaciones económicas que simulaban ser ciencia, aquella fe mística y anti-moral es la única contribución totalmente original de Karl Marx a la herencia de ideas del hombre.

Es común entre aquellos que condenan el rebajamiento de los estándares morales realizado por los marxistas culpar al materialismo, pero ése es un craso error. 

El materialismo de Marx no era genuino: era el disfraz de una fe mística. El mundo que él llamaba material era mental, pero con un determinismo que es apenas distinguible de la determinación. 


Whittaker Chambers está profundamente equivocado cuando él dice en su libro "Testigo" que la controversia entre el comunismo soviético y el mundo libre es entre la religión y la irreligion, o entre la creencia en el hombre y la creencia en Dios. 

Los comunistas creen en el hombre no como un poder independiente sino como una parte constituyente del movimiento sobrehumanamente ordenado del universo. Aquel movimiento dialéctico es su dios, y es ese dios el que los exime de las leyes de la moralidad. La diferencia entre cristianismo y comunismo —la diferencia, quiero decir, que es vital en esta conexión— es entre una religión que enseña la salvación personal por medio de la compasión y la afectuosa bondad, y una religión que enseña la salvación social por medio de llevar la moral de la guerra a las relaciones de tiempos de paz entre los hombres.


Marx estaba tan seguro de que el mundo iba a ser redimido por su propia evolución dialéctica, que él no permitiría a sus discípulos invocar la guía de los ideales morales. Él realmente lo quiso decir cuando dijo que los trabajadores no tienen ningún ideal que realizar sino que sólo tienen que participar en la lucha contemporánea. 

Él expulsó a la gente de su Partido comunista por mencionar de manera programática cosas tales como amor, justicia, humanidad, e incluso la moralidad misma. Él llamaba a tales expresiones desvaríos sentimentales y torpe sentimentalismo, y purgó a los sorprendidos autores de ellas como si ellos hubieran cometido los delitos más innobles.