Siento un profundo respeto por aquellos hombres que no aceptan el mundo tal y como les viene dado.
Por aquellos que desde su juventud ven su camino, lo comprenden y se identifica con él.
Por aquellos que cogen su propio destino por el pescuezo y no lo sueltan, y lo hacen caminar por donde su deseo, su voluntad, les dicta.
Siento un profundo respeto por aquellos que moldean día a día su propia vida, que fortalecen su carácter, que enriquecen su sensibilidad.
Por los que no aceptan lo inevitable, por los que saben que su personalidad puede desencadenar más fuerzas que todos los dioses y hados que ya no existen.
Porque en esa voluntad de poder, en esa ansia de ser uno mismo, encuentra el más genuino y claro eco de nuestro espíritu europeo.
J. M. Infiesta.