En una metáfora más completa, Zaratustra explica que el hombre es una corriente contaminada. La solución cristiana ha sido remover la contaminación, pero cuando eso es hecho, muy poco permanece. El superhombre, sin embargo, será un mar tan grande que él puede recibir la contaminación sin daño. El cristianismo ha dicho a los hombres que se abstengan del mal, porque quien toca el betún queda manchado. El superhombre sabe que no hay ningún ensuciamiento en el betún, ni tal cosa como el mal, ya que todo lo que existe es necesario.
Nietzsche no tenía ninguna concepción de una súper-raza; él habló sólo del individuo. Él no compartía el interés de Wagner por el Volk o su creencia en el alma de una raza. La idea de Hitler de una raza pura habría sido absurda para Nietzsche, porque sólo mediante el conflicto entre las razas ocurre el progreso. Para Nietzsche la lección de la existencia es que sólo los grandes individuos importan, aquellos que se levantan por encima de su naturaleza animal, por sobre sus instintos más bajos para el mero placer: La Humanidad debe trabajar continuamente para producir grandes individuos. Ésta y nada más es su tarea.
El ser humano se separa del reino animal por medio del ejercicio de su voluntad de poder. Este concepto significa más que el deseo natural de la auto-conservación. Nietzsche creía que los seres humanos tienen una necesidad psicológica de poder, una necesidad de expresar su fuerza, de afirmarse a sí mismos, de dominar. Tal opinión parecería una excusa para la tiranía y el sadismo, salvo que Nietzsche postula el dominio de sí mismo, el poder sobre el Yo, como el objetivo último de la voluntad de poder. El superhombre es el suficientemente fuerte para vencerse a sí mismo. Esa hazaña restaura la distinción entre el hombre y el animal que Darwin había eliminado, sin ayuda de la metafísica.