En la lucha cada uno lleva al otro más allá de sí mismo. Así la lucha es cada vez más auténtica y más propiamente lo que es. Cuanto más toscamente se extrema la lucha, tanto más tenazmente se abandonan los luchadores a la intimidad de la sencilla conformidad consigo mismos.
A su vez el mundo no puede huir de la tierra, si es que debe fundarse en algo decisivo, como horizonte y camino que rige todo destino esencial. Al establecer la obra un mundo y hacer la tierra, instiga a la lucha. Pero no suicede esto para a la vez rebajar y apaciguar la lucha en un insípido convenio, sino para que la lucha siga siendo lucha.
La obra realiza esta lucha estableciendo un mundo y haciendo la tierra. El ser-obra de la obra consiste en pelear esta lucha entre el mundo y la tierra. Puesto que la lucha llega a su punto más alto en la sencillez de la intimidad, por eso la unidad de la obra acontece en el costear esta lucha.
Luchar esta pelea es la concentración siempre extremada de la movilidad de la obra. Por eso en la intimidad de la lucha tiene su esencia el reposo de la obra que reposa en sí.